Paul L. Henderson

Cuando me licenciaron del servicio activo a principios de los 70, no sabía qué hacer. Así que me mudé a Idaho durante tres años y seguí mi pasión por el esquí y la vida al aire libre. Finalmente volví a la Universidad de Washington y terminé la carrera en 1974. Hacía tiempo que me interesaba la ley, sobre todo a través de películas y libros. En realidad, nunca había ido a ver a un abogado. Pero me parecía fascinante y se me daban bastante bien los debates, así que decidí estudiar Derecho. Me licencié en la Northwestern School of Law de Portland (Oregón) en 1978 y me trasladé a Vancouver (Washington), donde me ofrecieron un trabajo como nuevo abogado. Allí he estado desde entonces.

Mis instintos eran buenos. Había encontrado una carrera que me suponía un reto y me fascinaba. Me esforcé mucho para sentirme cómoda y ser hábil en los tribunales. Algunos abogados se dedican a escribir contratos o testamentos o a asesorar a sus clientes en asuntos de negocios. No hay nada malo en ello; necesitamos abogados para esas cosas. Pero eso nunca fue para mí. Yo necesitaba estar en los tribunales, representando a mis clientes en los juicios.

Y eso es lo que he hecho.

A lo largo de los años, he trabajado con algunos de los mejores abogados del mundo. Asistí al Colegio de Abogados Litigantes de Gerry Spence y pude trabajar con el propio maestro, así como con otros grandes abogados como Paul Luvera, Robert Shapiro, Roy Black y Richard «Racehorse» Haynes. Allí conocí a mi esposa y socia, Connie. He podido conseguir justicia para muchos clientes, la mayoría de los cuales, de otro modo, habrían sido dejados de lado e ignorados por las grandes empresas, los grandes gobiernos y las grandes compañías de seguros.

No siempre ha sido un camino de rosas para mí. Veinticinco años después de salir de Vietnam, tuve que superar las heridas emocionales. Fue duro. Combinado y conectado con esos problemas estaba el grave problema que tenía con el alcohol. Tenía que dejar de beber o morir. Así que lo dejé en 1997, mientras recibía ayuda para el TEPT. Desde entonces, no he vuelto a beber. Fue una época difícil para mí. Pero el trabajo que hice dio sus frutos. He disfrutado de un éxito tremendo y de un compromiso renovado para ser abogado en los tribunales. Estoy muy agradecido.